Anatomía de una caída

Por Marcos Rodríguez

Anatomie d’une chute
Francia, 2023, 151′
Dirigida por Justine Triet
Con Sandra Hüller, Swann Arlaud, Milo Machado Graner, Antoine Reinartz, Samuel Theis, Jehnny Beth, Saadia Bentaïeb, Camille Rutherford, Anne Rotger y Sophie Fillières.

Arrástrame al infierno

La última ganadora del Festival de Cannes es una película semántica: un thriller en el que lo que se juega constantemente es el concepto de interpretación. Tal vez suene un poco seco dicho así, pero uno de los mayores aciertos de Anatomía de una caída es la medida en la que logra que los engranajes de su mecanismo milimétrico fluyan con una naturalidad tan grande que, por momentos, logra que lo que es esencialmente “una de juicio” se parezca a un melodrama familiar de tono naturalista, sin soltar nunca las riendas de la tensión.

El pase de manos se juega a partir de dos direcciones opuestas, en cuya intersección se forma un relato policial: por un lado, tenemos un hecho extremo, la muerte brutal de un padre de familia; por otro, una ausencia casi absoluta de hechos comprobables en torno a esa muerte. En una cabaña un tanto aislada en la montaña, la esposa se echa a dormir una siesta con tapones en los oídos; el hijo (ciego) sale a dar un paseíto y cuando vuelve encuentra el cuerpo sin vida de su padre frente a la casa. Todo lo que sigue a partir de ese momento no es ni más ni menos que un esfuerzo por lograr una reconstrucción de hechos a los que no tenemos acceso, primero como pesquisa policial, después como juicio contra la esposa, a quien la fiscalía acusa de haber tirado a su marido del balcón.

Ni nosotros como espectadores ni los personajes de la ficción (excepto, por supuesto, por la propia esposa) tenemos forma de saber lo que pasó realmente: hay un cadáver y hay tres salpicaduras de sangre, que la fiscalía interpreta como evidencia de que la esposa lo golpeó en la cabeza antes de lanzarlo sobre la baranda, y la defensa interpreta (mediante su propio experto perito) como evidencia de que el marido cayó desde la ventana del altillo y se golpeó la cabeza contra el cobertizo que estaba abajo. O sea, ni la evidencia es evidencia.

La propia película juega el juego de la sustracción: ni nos muestra lo que pasó ni nos deja indicios conducentes. Pero, por otro lado, tampoco juega el juego de la mentira, como pasaba, por ejemplo, en La chambre bleue, la pequeña película preciosa de Mathieu Amalric, por citar otro ejemplo de cine judicial francés. Ahí donde La chambre bleue contaba historias imbricadas (la verdad ahogada por la mentira, en un ida y vuelta vertiginoso), Anatomía de una caída no cuenta nada: en su narración lineal hay un hueco. Y todos alrededor intentan llenarlo.

Como la protagonista además de esposa y acusada es escritora de profesión (y una escritora que al parecer se dedica a tejer ficciones en torno a su vida personal), en más de un punto es su voz la que pone en palabras explícitas el drama principal de lo que se está mostrando: toda la evidencia circunstancial que la fiscalía presenta para convencer al tribunal de que ella es una esposa maltratadora, golpeadora, estafadora y manipuladora, capaz de tirar a su marido por el balcón en un ataque de furia; todo ese retrato conformado por relatos de terceros, fragmentos robados de contexto, historias viejas y sesgadas; el cúmulo que ese antipático del fiscal se esfuerza tanto por enhebrar en realidad no es más que una parcialidad manipulada para tergiversar. O, por lo menos, para hacer decir a los hechos algo que solo parecen decir si se elimina la perspectiva más amplia y compleja de lo que significa una relación humana. La apuesta fuerte de Anatomía de una caída es también que construye la radiografía de una relación que está lejos de ser armoniosa, pero no por eso (nos dice la protagonista) carente de amor. Hay frustración (sexual y de la otra), hay infidelidades, hay compromisos que no terminan por dejar contento a nadie, hay tragedia y hay desgaste. Por otro lado, Sandra, la protagonista, tiene también algo hierático: no se abstiene de llorar pero tampoco busca complacer o sobornar a nadie con una supuesta docilidad que para ella no existe. Hay algo duro en su forma de ser, en su forma de hablar, en su forma de relacionarse. También, parece indicar la película, algo sincero.Si la película termina por dar una resolución judicial al proceso, y un cierre narrativo coherente, no por eso clausura los conflictos que abre ni llega a un estado de equilibrio. Todo es tenso en Anatomía de una caída, y esa probablemente sea una de sus mayores virtudes. Si por momentos el drama se pasa de semiológico, si asoma en más de una ocasión la discursividad feminista, todo queda subsanado por la narración que lo arrolla todo. Virtud del cine de narración genérica: nada puede salirse demasiado de los carriles. Dentro de esos carriles, Anatomía de una caída encuentra todo el espacio que necesita para abordar los temas que le interesan y para arrastrarnos palmo a palmo en cada paso de un proceso complejo pero que nos termina atrapando.

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