Calabozos y dragones: honor entre ladrones

Por Rodrigo Martín Seijas

Dungeons & Dragons: Honor Among Thieves
EE.UU., 2023, 134′
Dirigida por John Francis Daley & Jonathan M. Goldstein
Con Chris Pine, Michelle Rodriguez, Regé-Jean Page, Justice Smith, Hugh Grant, Sophia Lillis, Chloe Coleman, Jason Wong, Daisy Head, Sophia Eleni, David Sobolov

Jugar en serio

Viendo Calabozos y dragones: honor entre ladrones, quedaban lejos de mi mente las comparaciones con la primera adaptación cinematográfica del juego de mesa pergeñada en el 2000 -que era un pequeño desastre- y se instalaban los paralelismos con Warcraft: el primer encuentro de dos mundos. Es que tanto el film de Duncan Jones como el de John Francis Daley y Jonathan Goldstein buscan recrear en la pantalla grande mundos ciertamente complejos, donde conviven toda clase de criaturas y narrativas que los sustentan. Pero si el primero fallaba al hacer confluir los lenguajes del cine con el del juego en el que se basaba, el segundo parece entender mucho mejor su tarea y logra resultados mucho más potentes, aún con sus desniveles.

Hay otra coincidencia importante entre Warcraft y Calabozos y dragones: los relatos que despliegan son quilombos importantes, sucesiones de idas y vueltas argumentales, con multitudes de personajes, eventos, mitologías y actos mágicos interrelacionados, que son prácticamente imposibles de explicar coherentemente. Pero, a diferencia de Jones, Daley y Goldstein vienen del palo de la comedia y por algo hicieron una película como Noche de juegos, que exponía y retorcía constantemente los artificios sin ninguna clase de solemnidad. Y entienden que, en el fondo, todo se trata de un juego, que lo que importa es la dinámica lúdica, la aventura y, principalmente, los personajes. Los hechizos, artefactos, poderes, obstáculos, pruebas y criaturas que afrontan o poseen los protagonistas son, en verdad, excusas para fusionar los elementos típicos del juego de rol con la materialidad esencial del cine, en una aventura que nunca se detiene.

De ahí que Daley y Goldstein hagan un proceso de selección de información y solo en ciertos casos recurran a la explicación para el espectador, mientras con el resto dan por sabido lo que se ve. No porque necesariamente ese espectador vaya a ser un conocedor de los juegos de rol, sino porque hay una dosis precisa de confianza en ciertos marcos de conocimientos básicos para lo que pide un relato de aventuras. Porque, al fin y al cabo, Calabozos y dragones: honor entre ladrones no se olvida de que podrá ser una adaptación al cine de un juego de mesa, pero que para eso debe ser, primero que nada, una aventura. Una aventura sobre un ladrón tratando de recuperar a su hija, pero también la confianza en sí mismo y en los demás, al que lo acompaña un grupo de marginales que también probar su valía ante el mundo y sus propias subjetividades. 

Desde ese propósito fundamental, el film construye personajes imperfectos, pero con los que es fácil empatizar y que se expresan mayormente desde la acción, coqueteando muchas veces con la materialidad de los dibujos animados, y no solo a través de los efectos especiales. A la vez, utiliza herramientas propias de la road-movie, la comedia física, las películas de robos e incluso el drama familiar, pero sin creérsela, sino tratando de que sea el espectador el que crea en lo que se está contando, con una puesta en escena que no teme ir y venir en el tiempo, o explorar el espacio a través del movimiento. Y les da rienda suelta a los talentos de Chris Pine, Michelle Rodriguez, Justice Smith y Sophia Lillis, aunque es la segunda la gran ganadora, a partir de cómo consigue transmitir su punto de vista a las piñas.¿Calabozos y dragones: honor entre ladrones cumple con todos sus propósitos? No del todo, en buena medida porque, como la gran mayoría de los tanques hollywoodenses actuales, se estira demasiado y cede en algunos pasajes a una discursividad excesiva, particularmente a través del personaje interpretado por Regé-Jean Page. Sin embargo, sin ser una maravilla, marca un camino posible para las adaptaciones de propiedades vinculadas con lo lúdico, que pasa por privilegiar la diversión honesta antes que la impostación. Y de paso nos entrega a unos protagonistas que nunca dejan de jugar, incluso en los momentos de mayor riesgo, incluso cuando están apostando sus propias vidas.

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