Hermosa venganza

Por Ludmila Ferreri

Promising young woman
EE.UU., 2020, 113′
Dirigida por Emerald Fennell
Con Carey Mulligan, Bo Burnham, Alison Brie, Connie Britton, Adam Brody, Jennifer Coolidge, Laverne Cox, Clancy Brown, Alfred Molina, Christopher Mintz-Plasse, Molly Shannon, Angela Zhou, Sam Richardson, Steve Monroe, Casey Adams

La felicidad es un plato frío que no se come

Hay películas que dialogan con su época con una precisión admirable. Nada de esto las convierte en películas particularmente buenas o recomendables, más si son atendibles porque no todo el cine tiene esa capacidad de interlocución con su tiempo. No obstante, una película como Promising Young Woman bien podría confundirse en su capacidad de interlocución ya que toda su textualidad está atravesada por los 80s, por los 90s…y, en el orden de inscripción genérica, por los setentas. Los 80s están en su formato de comedia romántica torpe y algo hughesiana sobre una chica excéntrica (si: alguien que ha salido del centro, luego veremos por qué). Los 90s están en su tono colorinche de bublegum pop tan alla Britney Spears (el parecido de carey Mulligan con la princesa del pop no es casual, es completamente deliberado). Y los setentas están en el inquietante retorno (cada vez más naturalizado en las películas de los últimos cinco o seis años, valga decir) del formato de ese subgénero nauseabundo llamado Rape and Revenge.

Pero como dijimos antes, Promising Young Woman es una película con los pies bien plantados en el presente. No porque su feminismo de manual convierta técnicamente a todos los hombres que vemos en pantalla en tamaños hijos de puta. No porque condene a cualquier forma de vida que se sumerja en los lugares comunes de una vida pequeñoburguesa tradicional (estudios, pareja monógama, ingresos estables, matrimonio, hijos, una casa propia, etc), que para buena parte del feminismo más ultra es una entrega al patriarcado puro y duro. Quizás su inscripción en el presente más clara tenga que ver con la culpa que ejerce sobre cualquier trama la posibilidad de una somera felicidad. Si hoy por hoy la comedia romántica clásica (o neoclásica: léase desde 1989 a 2010 aproximadamente) se ha convertido en un rara avis, lo que inscribe a Promising Young Woman en el presente con mucha fuerza es su desprecio hacia ese género y hacia cualquier posible resolución que no sea por la violencia y la venganza. En particular cuando promedia su metraje y nos entrega una escena en la que, por primera vez, las cosas parecen comenzar a salir bien para su protagonista (y su novio). Pero no.

Sustentando su discurso en tres grandes momentos (al inicio, al promediar y al cierre), como toda narrativa clásica que se digne, la opera prima de Emerald Fennell es menos una película sobre un romance fallido o sobre una venganza que sobre la imposibilidad del olvido y la resiliencia como estrategia para proseguir la vida. No, estimados lectores: no estamos avalando ninguna clase de olvido frente a una violación, como la que la película recuerda. Bien por el contrario: la película nos afirma en un campo en el que la justicia no hace cumplir la ley y los culpables de delitos como ese quedan impunes. En ese marco de imposibilidades es en donde se asienta discursivamente su directora. Una podría imaginarla concibiendo el guión: “En un mundo en donde los hombre son predadores que quedan libres, lo único que nos queda a las mujeres es hacer justicia por mano propia”. Y en efecto ese es el trauma irresuelto que está en el centro de toda rape and revenge: no hay una violencia reactiva y defensiva, hay una planificación racional de la violencia con el fin de invertir la agresión sufrida. Por eso menciono que la película tiene en su centro la incapacidad de olvidar. Incluso algo de ella resuena y dialoga con la última película de Nicolás Prividera, Adiós a la memoria (sobre la que escribí aquí mismo).

La curiosidad no es, entonces, el ejercicio de venganza. Ni siquiera el reaccionarismo que supone el ojo por ojo diente por diente de todo R&R. La curiosidad emerge de la necesidad de utilizar el discurso de la venganza planificada como ejercicio crítico ya no contra los hombres (otra vez la misandria dando vueltas confundida por feminismo), sino contra la posibilidad de proseguir la vida más allá del trauma y del duelo (que en el caso de Promising Young Woman no refiere a una venganza por un abuso sufrido en carne propia sino a una pareja (o presupuesta: no queda del todo claro) de la protagonista, una “joven prometedora” estudiante de medicina, que luego de que su pareja (o mejor amiga, insisto) sea violada por compañeros de la cursada en una noche orgiástica, abandona todo y a todos). Por eso todo el componente sádico y gozoso detrás de la violencia racional que ejerce como venganza la protagonista tiene un direccionamiento más alto: la posibilidad de proseguir la vida es una alta traición a la concepción del feminismo a ultranza de la última ola.

No hay solamente un señalamiento sobre el patriarcado, no hay solamente una culpabilización sobre los hombres, hay también -y esto es novedoso- una persecución sobre los modos de vida y posibilidades de acceder a la felicidad para las mismas mujeres. Porque en el fondo se trata de algo más que un ejercicio crítico: es una regulación indirecta de las representaciones sociales. Regulación invertida, lo que hace Promising Young Woman con su apariencia superficial, sus colores de arcoiris y sus citas a la Britney del pueblo, es decirnos que ya no hay redención ni descanso. Y que, en todo caso, muertas estamos mejores. Horrible por donde se la mire, no quiero ser una mujer muerta pero feliz. Prefiero toda la vida viva, dolorida, atravesando un duelo. Cada vez más confundidas, chicas. No entendieron nada.

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