The Humans

Por Raúl Ortiz Mory

EE.UU., 2021, 108′
Dirigida por Stephen Karam
Con Richard Jenkins, Steven Yeun, Beanie Feldstein, Amy Schumer, June Squibb, Jayne Houdyshell, Andrea Ilene Shapiro

Total normalidad

Una familia se reúne para celebrar el día de acción de gracias en un dúplex situado en el centro de Manhattan. Por el contrario de lo que podría pensarse, la locación está lejos de la opulencia que caracteriza a esta zona de New York. La estructura desvencijada se distingue por sus suelos crujientes, las grietas en los muros y los ruidos provenientes de las viviendas vecinas. Es el espacio de independencia que pueden costear Brigid (Beanie Feldstein) y su novio Richard (Steven Yeun), una pareja joven que recibe a los padres, la abuela y la hermana de ella, y que, en conjunto, convierten la tradicional festividad estadounidense en un accidentado encuentro que tendrá consecuencias devastadoras.

The Humans se basa en la obra teatral homónima de Stephen Karam -finalista del Pulitzer y ganadora de un premio Tony- que el mismo dramaturgo ha llevado al cine. La ópera prima cinematográfica del director de origen libanés es un reconfortante ejercicio de interacciones que transcurre en un agobiante espacio cerrado. Ese mismo ambiente logra que el espectador transite, cual montaña rusa,  por momentos de simpatía y rechazo hacia sus personajes. Es decir, la claustrofobia y la angustia que se respira desde el inicio debido a lo incómodo que puede ser el dúplex se traslada a la naturaleza de los propios personajes gracias a los diálogos punzantes e irónicos, algunas veces hirientes.

The Humans gana en intensidad conforme todos los integrantes de la familia Blake van exponiendo las miserias y las preocupaciones que los envuelven. Erik (Richard Jenkins), el padre de Brigit, critica sutilmente el modo de vida de su hija y su novio “asiático”. Aunque proteccionista, la aspiración de Erik para su hija está muy lejos de lo que él mismo pudo ofrecer a Deirdre (Jayne Houdyshell), su esposa. Erik vive para su madre, Momo (June Squibb), una anciana que pierde la memoria y saca lo más noble de su hijo. Deirdre es implacable en sus comentarios contra Brigit y la encara constantemente haciéndola sentir una perdedora. La madre vive resignada a un matrimonio rutinario y debe guardar un secreto que de revelarse podría estropear la falsa armonía del tramo final de su vida. Aimee (Amy Schumer) es la segunda hija del matrimonio Blake. Bajo los efectos de una crisis sentimental reciente y los crónicos complejos físicos que la persiguen, se convierte en una pieza flotante que parece no preocupar mucho a los demás integrantes de la familia. Sin embargo, juega un rol fundamental en la película gracias a su capacidad articuladora entre todos los demás personajes.

Karam desperdiga por su película una serie de conflictos que escudriñan tópicos como los estilos de vida, la política, la religión, el sexo, las relaciones familiares y los estragos de la vejez. El realizador no lo hace de una manera rebuscada que pretenda interpretarse como una guía aleccionadora. Solo sobrevuela los problemas para unir cabos que delineen las personalidades de sus protagonistas. Todo fluye como podría pasar en la cena de cualquier familia: de forma espontánea, sin diplomacia, con camaradería, pero se percibe que existe algo que todos necesitan decir y no se atreven hasta que, inevitablemente, no pueden contenerse. En el sentido de sus momentos apremiantes, la película adquiere un tono turbio que inquieta y transmuta en una bomba de tiempo que todos tememos. 

En The Humans nadie asume posturas moralizantes fijas -¿acaso alguien es capaz de asumir algo así?- porque todos tienen deudas morales de las que son conscientes. Por lo tanto, el ritmo hipnótico que impone Karam seduce y está respaldado por las pequeñas sociedades que se van formando entre Brigit y Richard, Brigit y Erik, Deirdre y Amy, Erik y Momo, etc. en diferentes momentos y espacios de la vivienda. Los Blake esconden algo que los hiere y puede herir. Los Blake pueden ser mi familia o la tuya. The Humans aprovecha desde sus parlamentos -deuda evidente de su raíz teatral- y sus tomas fijas para invitar al espectador a ser un voyeur que examina las luces y las sombras de un grupo de personajes cargados de mucha frustración y unas pocas cuotas de esperanza. 

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