Toronto 2017 – Diario de festival (1)

Por Laura N Vitalli

La casa es chica, pero el corazón y las ganas de viajar y escribir sobre festivales, grande. De Venecia a Cochabamba y ahora en Toronto, desde donde llega esta primera entrega de una larga serie sobre el festival canadiense, que a pesar de haber sido achicado aún sigue siendo más que generoso en tamaño. Toronto tiene entre sus características ser la mayor antesala festivalera de los Oscar. Hacia allí entonces apunta sus cañones nuestra enviada especial, quien, como corresponde, igualmente no se deja obnubilar por el brillo de la alfombra roja.

Toronto siempre estuvo cerca

Por Laura N. Vitali

El Festival Internacional de Cine de Toronto es posiblemente uno de los más felices y amables del circuito. Aquí uno puede ver en una decena de días lo mejor que ha pasado por Rotterdam, Cannes, Locarno, Telluride, Venecia… y anticipar los tanques que seguramente competirán por los Oscar. Las salas son cómodas, la imagen y el sonido son inigualables, las colas razonables.

Así que, aquí estamos, otro año en el querido TIFF en una edición que a primera vista aparece como más acotada. Es que el número de películas se ha reducido en un 25% aproximadamente (lo que se nota ya en el mucho más flaco catálogo; el que sólo puede adquirirse si se pidió previamente ya que el festival es otro más de los que se suma a la iniciativa verde de abandonar prácticamente el papel. La reducción es una moda que tiende a extenderse con la excusa de la mejor curaduría. Este fenómeno podemos relacionarlo con otras explicaciones: la primera de carácter presupuestario (los recortes, las denuncias de abuso, etc. no son patrimonio exclusivo de la Argentina), y la segunda quizá tiene que ver con la realidad cada vez más extendida de que los festivales operan como puntos de exhibición. Es por eso que la idea tiende a que las películas elegidas (seleccionando un número menor de ellas) tengan la posibilidad de ser vistas por un número mayor de espectadores (al disminuir la oferta, pueden tener más pasadas). En todo caso, lo cierto es que la enormidad del TIFF que pudimos ver hasta el año pasado es tal que, incluso con la reducción en un quinto de su oferta, sigue siendo extenso y diverso, casi inabarcable.

159679

¿Qué es lo que más se ve del TIFF? Las estrellas de Hollywood, la antesala del Oscar. Así que empecemos por ahí.  Con la presencia del Bono del cine, George Clooney, en Toronto, Suburbicon (2017) su última película como director conecta perfectamente con la mirada políticamente correcta del canadiense medio. El guion de la película dirigida por este buen actor, que como realizador aparece ciertamente como más melifluo, pertenece a los hermanos Coen y quizás lo más divertido de la experiencia es cómo la crueldad de éstos se mezcla con la amabilidad de Clooney. La historia principal, la del asesinato e intento de fraude a la compañía de seguros funciona mejor cuando se juega decididamente al humor negro que cuando intenta subrayar la metáfora, omnipresente en la otra línea narrativa, en la que los vecinos de un barrio privado se oponen a la llegada de una familia afroamericana. Que la acción transcurra en la década del 50 del siglo pasado no significa que no podamos advertir (debamos, quizás debería decir, en razón de cierto subrayado) que tanto el racismo como la hipocresía de la clase media estadounidense sigue siendo una cuestión de actualidad.

Si de metáforas gruesas hablamos, la última película de Alexander Payne (Entre copas, Nebraska), Downsizing (2017) confirma que el realizador se aleja cada vez más de la construcción de personajes verdaderamente profundos para concentrarse en ideas y tópicos. Y no es porque Matt Damon y Kristen Wiig no estén a la altura (¡alerta de spoiler!), pero la película se queda en eso, en una idea entradora y algo de simpatía.

Downsizing Movie Jason Sudeikis

Por el contrario, el pasaje a la dirección de Aaron Sorkin (El juego de la fortuna, Steve Jobs) con Molly’s game (2017) recuerda que no basta construir ocurrentes juegos de palabras y que el mejor camino es el que evita el subrayado en la metáfora o el “Mensaje” (así con mayúsculas). La recreación de la historia de “La princesa del Póker” está marcada por el exceso y la catarata  de verborragia que caracterizaba a las creaciones de Sorkin como guionista de las películas antes citadas. Sus personajes son ciertamente excepcionales, extraterrestres, anormales. Sin embargo, logran hacernos creer que pueden existir, que la historia sucedió de alguna manera parecida a la narrada. En este caso, no podemos ignorar que los cruces de espadas entre Jessica Chastain e Idris Elba no existen en un mundo sin guion. Pero la suspensión de la incredulidad y el placer que provocan la velocidad e inteligencia de los diálogos y el saber decir y hacer de los protagonistas nos hacen creer que ese mundo es posible y disfrutar del espectáculo.

Jessica Chastain Mollys Game 1

¿Qué más podría entrar en este arbitrario recorte? La confirmación de que Stephen Frears nos puede contar cualquier cosa y nosotros disfrutaremos del cuentito (incluso de esa huevada absoluta que es Victoria y Abdul, 2017, en la que Judi Dench es la Reina Victoria); que Joe Wright (Anna Karenina) es uno de los directores más dotados de la actualidad para realizar películas de época y que con The Darkest Hour (2017) ese artificio al que conocemos como Gary Oldman seguramente tendrá alguna nominación a los Oscar interpretando nada menos que a Winston Churchill; que resulta inexplicable que Bille August (que trajo al TIFF 55 Steps (2017), protagonizada por Helena Bonham Carter y Hilary Swank) sea considerado un “autor de prestigio”.

Claro que esta es sólo una de las múltiples caras del Festival Internacional de Cine de Toronto. Ya iremos develando las otras.

¿Te gustó lo que leíste? Ayudanos con un Cafecito.

Invitame un café en cafecito.app

Comparte este artículo

Otros ArtÍculos Recientes

Enterate de todo...

Recibí gratis todas las novedades en tu correo a través de nuestro Newsletter