Diciembre 2001

Por Gabriel Santiago Suede

Argentina, 2023, 6 episodios de 40′
Dirigida por Benjamín Ávila
Creada por Mario Segade sobre el libro de Miguel Bonasso
Con Jean Pierre Noher, Diego Cremonesi, Nicolás Furtado, Luis Machín, Manuel Callau, Luis Luque, Alejandra Flechner, Fernán Mirás, Cesar Trocoso, Cecilia Rosetto.

El almidón y la plancha

La televisión y el cine argentinos tienen un particular terror a las apariciones de nombre y apellidos de personas reales en escena ficcional. Más si esos nombres y apellidos provienen de la política que, por algún motivo, genera, todavía, un escozor al pronunciarlos. En este sentido, si se producen excepciones estas son, exclusivamente, en el orden de acontecimientos muy distantes en el pasado (como mínimo 20 o 30 años como distancia prudencial, pero cuanto más, mejor). En este orden de cosas es en donde hay que incluir a Diciembre 2001, miniserie que intenta dar cuenta de uno de los períodos más apasionantes para revisar en la historia política argentina reciente como lo fue toda la serie de intrigas y golpes de palacio suscitados entre diciembre de 2001 y la consagración del gobierno de transición de Eduardo Duhalde, en enero de 2002, que es donde la serie finaliza.

Creo que hacemos mal si le pedimos o exigimos a la serie que haga lo que a priori no parece proponerse hacer: un retrato que represente las angustias colectivas de la calle de aquellos días. No solo no parece ser el objeto de la serie en sí, sino que cuando se lo propone incurre en momentos particularmente risibles, precisamente por la limitación de recursos para presentar la calle enardecida y el burbujeo social del estallido. Ahí no es precisamente donde hay que buscar. En todo caso estamos ante una ficción palaciega casi exclusivamente, en donde entre muros y aislados de la calle un puñado de personas deciden el futuro de varios millones. En ese recorrido, entonces, la serie parece sentirse más cómoda para narrar. El problema es cuando confía más en la discursividad informativa de lo que los personajes verbalizan antes que en la explotación narrativa de los espacios (muchos de ellos fueron literalmente los mismos espacios reales de los acontecimientos históricos, otros no, incluso se repiten un poco desvergonzadamente, sobre todo siendo que se trata de un producto no particularmente independiente, sino con recursos económicos suficientes).

En este punto hay un esquematismo que no le permite a la serie salirse de lo trazado y lo trazable a priori: el gobierno de De La Rúa fue uno particularmente inoperante e impreciso, las decisiones económicas que se tomaban se dieron en un marco de aislamiento completo del resto de la ciudadanía, a su vez el peronismo en la oposición hizo lo posible por esperar la caída (la serie apenas da indicios de una participación del PJ instigando los saqueos por la via de intendentes y punteros en zonas como La Matanza, pero recula de inmediato de ese riesgo) y el resto es lo que en mayor o menor medida se conoce: megalomanía, aislamiento, manotazos, descontrol, violencia institucional, vacío de poder, escaramuzas internas y, finalmente, instalación de una nueva legitimidad momentánea.

Si seguimos el recorrido que nos propone, la serie no solo no toma el menor de los riesgos (¿Qué relación hubo entre el PJ provincial de Bs As y el radicalismo provincial para construir un vacío institucional? ¿Cuál fue la responsabilidad de Cavallo al presentar un plan de acciones que no tenía un correlato con el respaldo monetario? ¿A qué motivos reales se debió la masacre llevada a cabo por el tándem Mathov-Santos en seguridad? De La Rúa solamente actuó en desconocimiento absoluto o hubo una decisión de torcerle el brazo al alfonsinismo de una vez y por todas en la pelea interna? El golpe pergeñado contra Rodiguez Saa nunca tuvo procesamientos ni responsables: es la evidencia de la histórica enemistad entre el peronismo del interior y el peronismo bonaerense), sino que, en buena medida, aplana todos y cada uno de los pliegues de la historia, que quedan almidonados y neutralizados para que la historia pase, siga y se olvide, como si hubiéramos sido testigos de una narrativa de wikipedia.

Cuando la serie termina (sobre todo para los que tenemos más de 35 abriles encima) nos estremece algo: esos hechos históricos que nos tocaron, que nos conmovieron, que forman parte de nuestra historia y que, convocados, estaban casi obligados a afectarnos aunque sea de alguna manera, aquí no nos tocan, no nos conmueven, no nos generan nada. Contrario a su búsqueda potencial, Diciembre 2001 no nos hace revisar la historia ni nos invita a reverla críticamente, sino a constatar, lápiz en mano, haber cumplido con la tarea, que en este caso, es el olvido.

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