Dos o tres cosas que sé de ella

Por Aníbal Perotti

Deux o trois choses que je sais d’elle
Francia, 1966, 78′
Dirigida por  Jean-Luc Godard
Con Joseph Gehrard, Marina Vlady, Anny Duperey, Roger Montsoret, Raoul Lévy

Work in Progress (*)

La película se abre con la imagen de nuevas autopistas en construcción filmadas como los rascacielos en Playtime y con el ruido de martillos neumáticos como en el comienzo de Mi tío. Godard comparte con Tati la mirada sobre la ciudad moderna contemporánea y el gusto por los gags visuales y los quiebres rítmicos. Un artículo periodístico sobre la prostitución ocasional en los nuevos conglomerados urbanos es la excusa argumental para observar una gran transformación y preguntarse por la forma cinematográfica adecuada para su objeto.

Godard construye en el montaje las sensaciones que componen nuestra percepción global: planos de un mundo abstracto y concreto, moderno y narrativo, fantástico y cotidiano al mismo tiempo. Una mujer fuma un cigarrillo en la cama antes de dormir y el plano detalle del humo se transfigura en un mandala. Un hombre pone azúcar a su café, lo revuelve con la cucharita y, en un primerísimo plano de la taza, el líquido negro gira en espirales y adquiere una dimensión cósmica. La película se aleja de cualquier lógica lineal: un follaje arbóreo, el reflejo del sol sobre un cuerpo de color rojo, un bocinazo. Una construcción fascinante mediante el encuadre, la organización de las miradas y las relaciones entre el campo y el fuera del campo. Una polifonía entre las distintas facetas de un espejo roto.

Godard rechaza la ficción psicológica como la base de la trama. Las veinticuatro horas en la vida de una mujer casada, que cuando quiere comprar algo se prostituye, llevan el ensayo fílmico a su máxima expresión: no hay conflicto, escritura dramática ni personajes que sustenten un argumento, solo imágenes de París, con sus edificios en obra y sus habitantes impersonales. El susurro en off de Godard crea un desconcertante contraplano sonoro que se potencia por el uso de dos voces: el cineasta y la heroína comentan la película de principio a fin. Con cortes abruptos, tonos inconexos y un cóctel de pinturas, carteles y posters, Godard consigue articular la interdependencia entre dos sujetos de diferentes escalas: un momento en la vida de una mujer y un momento en la vida del paisaje urbano. Una forma nueva en construcción.

(*) Publicada previamente en Cinemaramma, Noviembre, 2014

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