Merlina 

Por Rodrigo Martín Seijas

Wednesday
EE.UU., 2022, 8 episodios de 45′
Creada por Alfred Gough & Miles Millar
Con Jenna Ortega, Luis Guzmán, Catherine Zeta-Jones, Riki Lindhome, Jamie McShane, Hunter Doohan, Gwendoline Christie, Emma Myers, Thora Birch, Christina Ricci, Georgie Farmer, Joy Sunday, Percy Hynes White, Isaac Ordonez, Iman Marson, Moosa Mostafa, Naomi j Ogawa, Oliver Watson, Johnna Dias-Watson, Victor Dorobantu

Una suma de imaginarios

Aparentemente, cuando se estaban gestando las adaptaciones cinematográficas de Los locos Addams que finalmente fueron dirigidas por Barry Sonnenfeld, el principal nombre que sonaba para estar a cargo de la dirección era el de Tim Burton. Y tenía lógica, porque el universo burtoniano era uno que procuraba indagar en las visiones consideradas “marginales”, no tanto desde la naturalización o normalización, sino en búsqueda de una especie de conciliación entre mundos, aunque muchas veces para hacerse cargo de que eso era imposible. Por eso puede verse a Merlina (serie disponible en Netflix) como la concreción de esa ambición, como si Burton -productor ejecutivo y director de cuatro episodios de la primera temporada- saldara cuentas, aunque con otro nivel de madurez y mirada.

Sin embargo, no se puede pasar por alto que, en verdad, Merlina está creada por Alfred Gough y Miles Millar, las mismas mentes que estuvieron detrás de Smallville, aquella adictiva serie sobre los orígenes de Superman, cuando todavía era solo Clark Kent. Y que, además, los claros moldes de referencia son los de Riverdale y Nancy Drew, que se planteaban como versiones subversivas de personajes de historietas y literarios; además de la saga de Harry Potter y su colegio Hogwarts como centro de conflicto. De ahí que estemos ante una serie que busca tener una aproximación contemporánea a un material clásico y de culto, pero sin abandonar, aunque sea, una parte de la tradición sobre la que se asienta. Por eso el protagónico elegido no es casualidad: ya en las películas de los noventa, Merlina había sido el personaje que funcionaba como puente hacia las siguientes generaciones, un ícono casi instantáneo desde la notable interpretación de Christina Ricci. Y que aquí encuentra un nuevo rostro en una perfecta Jenna Ortega, encarnando a Merlina en sus años de estudiante en la academia de Nunca Jamás, quien debe dominar sus emergentes habilidades psíquicas y resolver un misterio que involucra a sus propios padres, Homero y Morticia (Luis Guzmán y Catherine Zeta-Jones, un poco desperdiciados, por cierto).

Lo cierto es que Burton ya transitó por esta estructuración de conflictos desde lo estético y espacial: ahí tenemos a Miss Peregrine y los niños peculiares como referente inmediato. Hay, de hecho, una fluidez y parsimonia tal en la puesta en escena -lo cual no conspira contra un ritmo por momentos frenético- que da para pensar si Burton no nos está diciendo a cada rato “esto no es tan nuevo algunos quieren pensar y yo ya lo vengo contando hace décadas”. Hasta pareciera, por momentos, que la voz over de Merlina cuando narra los acontecimientos no es la del propio Burton, queriendo darnos pistas y señales sobre un conjunto de códigos a los que él ayudo a dar forma y que con el tiempo se han convertido en canon ineludible. ¿Hay canchereada por parte de Burton? Quizás, y uno se pregunta si no es para eludir el hecho de que, tras esa mueca, hay un poco de miedo de meterse de lleno en la comedia negra o en los aspectos más siniestros que podría ofrecer un relato plagado de matanzas y sucesos terribles ocultos tras una capa de historia de aprendizaje, romance y misterio.

El cálculo es notorio en el mecanismo de relojería de Merlina, donde la mayor parte del tiempo el humor queda relegado a unos meros apuntes y el diseño visual se impone a los conflictos de una amplia galería de personajes, que suelen ser sobreexplicados o abordados superficialmente. Pero, llamativamente, eso hace a la serie más interesante, porque nos hace pensar en cómo el imaginario burtoniano ha entrado en un dilema particular: esa conciliación que parecía imposible y que amaga con hacerse realidad, porque películas como El extraño mundo de Jack, El joven manos de tijera o Beetlejuice son reverenciadas y han pasado a ser íconos ineludibles. La respuesta que parece encontrar Burton -con una ayuda de Gough y Millar que no debería subestimarse- es que esa supuesta confluencia (que es más bien inclusión) no deja de ser, en el fondo, falsa: los mundos de los freaks y de la gente “normal” no son compatibles y el choque no puede ser evitado, sino a lo sumo solo postergado. Quizás Merlina -destinada casi de inmediato a ser otro producto icónico y querido por muchos espectadores- le esté hablando a este presente “inclusivo” y “diverso” para decirle que su agenda es un tanto incumplible. No, al menos, desde la impostación.

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