Misión: Imposible: Sentencia mortal- Parte I

Por Federico Karstulovich

Mission: Impossible – Dead Reckoning – Part One
EE.UU., 2023, 163′
Dirigida por Christopher McQuarrie
Con Tom Cruise, Hayley Atwell, Rebecca Ferguson, Simon Pegg, Esai Morales, Ving Rhames, Vanessa Kirby, Henry Czerny, Pom Klementieff, Shea Whigham,

Fly me to the moon (planes, trains and automobiles)

Puede parecer una tontería, un lugar común. O acaso ni siquiera lo sea. Pero el cine nació para el cine. Si, luego creció comiendo pavadas y en algunos casos resultó mejor en una tele Aurora Grundig 20 pulgadas donde Cuentos asombrosos se veía mejor que Superman. O si en una computadora Host o Unfriended: Dark Web se ven mejor que en una sala, porque el contrato nos pide que lo pasemos como el culo entre cuatro paredes con los ruidos de las maderas del piso que se acomodan cuando la noche arrecia en el fuera de campo, es cosa nuestra. Pero hay espectáculo. Y el cine es espectacular, incluso circense.El problema es que algunas veces se olvida ese origen plebeyo. Por eso cuando el espectáculo de feria en serio, aquel que puede permitirse reventarnos por los aires y tirarnos toda la pólvora junta a los ojos para que las retinas se pongan de fiesta, cuando ese espectáculo pide paso, hay que dárselo.Y subirse al tren. Porque lo que estamos perdiendo es una experiencia colectiva y espectacular (en toda la polisemia que quieran para esa palabra).

Misión: Imposible: Sentencia mortal – Parte I es, probablemente, una obra maestra. Pero no la canonicemos, dejémosla ser feria y circo, que es donde ella quiere estar. Es una de las tres mejores entregas de la serie o saga, según corresponda, de las M:I, que como ya hemos dicho en varias ocasiones, es la mejor serie/saga que haya entregado el cine en toda su historia. Pero eso tampoco importa, porque los que importamos somos nosotros. “No puedo prometerte que las cosas terminen bien, pero sólo puedo decirte que me va a importar más tu vida que la mía” no es solo una gran frase romántica (con todo lo amoroso y enfermizo que conlleva) que Ethan le dice a Grace. Es, también, una declaración de principios con el espectador, como si el viejo Tom se hubiera fundido con su obra en una incondicionalidad conmovedora, que como toda incondicionalidad es violenta, te puede hacer pelota en el camino, pero también es un acto de amor final. En este sentido, se trata, sabemos, de un tipo que se ha obsesionado con su trabajo, posiblemente de manera patológica. Pero eso tampoco nos importa. Porque la frase anterior aplica tanto a Ethan como a Tom. Tom Cruise es Ethan Hunt para nosotros y nadie más que nosotros. En este aspecto hay una entrega sacrificial y perturbadora. Tom/Ethan nos dicen: “Voy a poner mi vida en riesgo por vos ” .Y les creemos, bazinianamente, porque las M:I tienen tanta carga de artificio como de realismo corporal. Estamos ante gente que deja el cuerpo en lo que hace para que nosotros vivamos como espectadores.La sangre en la pantalla. Los pies el aire. Los ojos revoloteados contra la gravedad. 

Misión: Imposible: Sentencia mortal – Parte I recobra la memoria de toda la saga completa. Y casi casi que se desdice de la anterior, sobre la que hablé con tristeza por acá. En aquella Ethan abandonaba el cuerpo plástico, abandonaba el aire, se apegaba a la tierra y a lo posible. Pero además nos exigía verosimilitud, psicología y varios lastres más que le ponían demasiada carga ese avión como para que pudiera volar cómodo. Ethan estaba viejo. Necesitaba amor y descanso. Precisaba despedirse, de algún modo. Pero en esta séptima entrega Ethan se despoja de la tridimensionalidad y se re-arquetipiza. Recupera fuerza. Se quita el yelmo que le pesa y no le permite ver a su rival. Y despliega las alas nuevamente para bailar como lo había hecho en las otras dos mejores entregas de la saga, la cuarta (sobre la que hablé aquí) y la quinta (sobre la que hablé por acá). 

Pero aquí el extra lo trae una novedad incorporada conflictivamente: la puesta del cuerpo como un rasgo humano contra la maquinización. Es interesante porque, si bien Cruise nunca le hizo asco a los subtextos detrás de sus películas, aquí el enemigo es evidente y doble: el público automatizado y algoritmizado, pero también el alejamiento del cine y la anestesia generalizada ante la pérdida de esa experiencia. En M:I:SM-PI el enemigo es una inteligencia artificial desmadrada que todos quieren obtener y que solo puede detenerse con la puesta del cuerpo y la inteligencia humana como herramienta. Es decir: estamos ante una película con un tipo (Cuise-Hunt) que le pone el cuerpo a todo ahí donde el mainstream tiende a sacárselo (excepto en esta y otras maravillas anómalas como John Wick 4, por pensar en casos recientes), pero también en la defensa del cine en el cine y por el cine contra el fin del espectáculo en salas (algo que en alguna medida también estaba en Top Gun: Maverick). No, no es una guerra contra los gigantes ni contra los molinos. En todo caso es una batalla desde el circo, el espectáculo, el aire, el cuerpo, la hipérbole, lo bigger than life contra el cine minúsculo, contra el cine atomizado, contra el cine que destruye la experiencia común de encerrarse en una sala con 300 desconocidos para ver volar un tren por los aires y sufrir como condenados ante una pantalla de dos dimensiones con fantasmas de colores.

Si la saga de M:I fue, a su manera, la reinvención del cine de acción en el marco del mainstream yanqui de mediados de los 90s, en un contexto en donde lo increíble formaba parte de lo posible con absoluta naturalidad, hoy, 28 años después de la primer entrega, estamos frente a una anomalía consolidada. Hoy, con un cine menguante, que un tipo siga la línea Keaton-Fairbanks-Kellly-Chan y se la ponga contra autos, trenes, aviones, helicópteros, edificios o lo que venga no solo es un milagro biológico (Tom ya tiene encima más de 60 abriles), sino un milagro cinematográfico en donde a cada paso la apuesta es redoblada. Pero además el estado de gracia no es individual ni narcisista. Por eso Tom abre siempre el juego. Y no solo está Rebecca Ferguson, una especialista en volar desde la quinta entrega, sino que está, todavía más brillante y hermosa (hablemos de la fotogenia de las chicas Hunt y podemos quedarnos horas) Hayley Atwell, que no podemos entender cómo no fue convocada antes. En todos y en cada uno de los personajes, de manera económica, hay un arco narrativo que no los convierte en meras figuras vacías, por el contrario, son personas a las que logramos querer, entre otras cosas, gracias a la fotogenia que comprende que además de ser acción, el cine también es gestualidad. Por eso la película reúne con una fluidez asombrosa lo grande con lo pequeño, el gran espectáculo con la intimidad, los espacios amplios y los espacios concentrados. 

Nada se le escapa a la planificación geométrica de M:I:SM-PI , porque ella contiene multitudes y posibilidades del cine que fue en las entregas anteriores, pero sigue apostando por un tipo que a sus sesenta años, solo en el mundo howardhughseanamente, obsesionado por hacer su trabajo lo mejor posible, nos considere su familia cada cierta cantidad de años. Por ese sacrificio personal, que le lleva la vida (aunque creamos lo contrario), Tom es el último gran héroe de Hollywood y probablemente del cine como posibilidad en su conjunto. De uno y del otro lado de la pantalla.

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