Nyad

Por Amilcar Boetto

EE.UU., 2023, 121′
Dirigida por Jimmy Chin & Elizabeth Chai Vasarhelyi
Con Annette Bening, Jodie Foster, Anne Marie Kempf, Carolyn McCormick, Belle Darling, Pearl Darling, Johnny Solo, Anna Harriette Pittman, Eric T. Miller, Hanler Rodriguez, Harraka Eliana, Marcella Acuña Báez

Los mejores del mundo

A la hora de narrar una gran hazaña, Nyad se centra en articular el muy trabajoso proceso que  lleva a que esa hazaña sea lo emocionante que es. Sin embargo, la dupla de directores, no puede  evitar construir un drama vulgar con tufo a autoayuda que termina enterrando a la película en un campo de normatividad americandreamesca.  

Desde un principio, Nyad entiende que su misión es prácticamente suicida e inhumana, pero a  pesar de eso decide dejar todo lo que tiene para concentrarse en lograr la hazaña máxima de una  vida. Eso era en un principio lo atractivo del personaje, esa condición un tanto arrogante pero  definitivamente ambiciosa de dejar todo de lado para cumplir un récord rídiculo e innecesario. La  película consecuentemente muestra como eso afecta a su equipo, especialmente a su mejor  amiga interpretada por Jodie Foster en el rol de denmeelÓscarporfavor.  

Sería fácil asegurar que este problema está abordado superficialmente, pero de hecho no lo está  y no radica en eso que la resolución sea tan simplona. Al mostrar los riesgos mortales que el mar  presenta y como Foster sufre al ver a su amiga alucinando al borde de la muerte, el conflicto está  claro y tiene su profundidad (a falta de una mejor palabra). El problema no es literario, sino más bien cinematográfico.  

Hay una secuencia que muestra como la película opera en este sentido: cuando un tiburón  aparece en el horizonte, nadando velozmente hacia Diana. El sistema de defensa anti-tiburones  parecía haber fallado, entonces la dupla de directores decide montar una secuencia de tensión.  Plano del tiburón llegando, plano del tiburón bajo el agua, plano de las piernas de Diana, plano de  los muchachos yendo a arreglar el sistema, plano de la cara de Diana asustada. Y entonces,  repetimos, otra vez los mismos planos en distinto orden. La tensión no tiene progreso, todo  mantiene un estatismo del cual nos tratan de distraer con cortes rápidos y trucos de montaje.  Hay algo de esta falta de atención al detalle del suspenso que se condice con aquel final donde  Diana pronuncia el discurso en la playa: la película prefiere amalgamar esas situaciones y  tensiones que crea en una forma directa de lenguaje, es decir en un mensaje.  

Y de nuevo, como suele suceder en estas películas, las imágenes de la vida real vienen a  tranquilizarnos, a decirnos: miren, Diana y Bonnie siguen siendo amigas y van a seguir siéndolo  mientras estén vivas. Entonces, en este punto, es donde la realidad cede ante el discurso, donde la ficción muere en favor de la unidireccionalidad de la palabra. Porque en esa caminata final la  película abandona la subjetividad de Diana y pasa a filmar todo con la grandilocuencia de la épica  conseguida que parece concentrar todas las interesantes preguntas que se había planteado en  una misma respuesta que homogeneice todo.  

Por supuesto que deja algunas cosas sin responder. Una fundamental: ¿valía la pena todo esto?  ¿Valió la pena arriesgar su vida y las de un equipo de treinta personas por que significa un logro  personal y no un descubrimiento de la humanidad? ¿Qué tiene de heroíco esto? ¿No tiene, más  bien, una condición de locura, que es lo que quizás lo vuelve extraordinario? A todo esto, Elizabeth Chai Vasarhelyi y Jimmy Chin responden: ¡sigan sus sueños! ¡Armen un equipo y ganen!  ¡No importa a quién, ganen! ¡Sean los mejores del mundo!

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