Rojo profundo

Por Santiago Gonzalez

Profondo rosso
Italia, 1975, 100′
Dirigida por Dario Argento
Con David Hemmings, Daria Nicolodi, Glauco Mauri, Macha Méril, Eros Pagni, Gabriele Lavia, Nicoletta Elmi, Jacopo Mariani, Clara Calamai, Piero Vida, Piero Mazzinghi, Giuliana Calandra, Furio Meniconi

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El dedito acusador. En tanto realizador con pleno control sobre su material, a Dario Argento se lo ha acusado de muchas cosas a lo largo de su carrera, pero hay una en particular: sus guiones. El dedito señalador indica que sus guiones tienden a tener resoluciones extrañas, ridículas y muchas veces inverosímiles. Se lo ha criticado en detalle por el poco desarrollo de sus tramas al igual que por el trazo grueso de sus personajes, por no decir que los actores que escoge distan de ser buenos. A la luz de una mirada retrospectiva debemos decir que estos detractores tienen algo de razón (pensemos en películas como Inferno (1980)), pero también sería una injusticia hacer extensiva esa conclusión a toda la obra de Dario Argento, que mas de una vez ha pensado con precisión a sus personajes, y por consiguiente a los actores más funcionales para sus historias. Me permitiré una hipótesis al respecto: yo creo que se le pide al cine italiano que las actuaciones, los personajes y las tramas sigan un modelo americano cuando esto no es siempre funcional al código de lo narrado. Esto no significa que las actuaciones no importen, como suele leerse injustamente en muchos lados, sino que si la historia no lo amerita, no tiene razón de ser en función de una lógica narrativa distinta. Lo mismo podría decirse de las tramas, que lejos de ser simples están repletas de vueltas de tuerca retorcidas y cuyas resoluciones, precisamente por esos motivos de verosímil narrativo no siempre precisan un anclaje en el verosímil realista, que es lo que hemos heredado de la gran tradición del Hollywood clásico, contrastable con los desbordes latinos de la tradición tana.

Mostrar, ver, saber. Todo lo mencionado anteriormente viene al caso por un motivo digno de celebración: el reestreno en pantalla grande de Rojo Profundo, película que como pocas hace que salten a la vista las grandes virtudes de Dario Argento. Más allá del impacto visual que nos provoca este director que filmaba sus películas para que sean vistas en pantalla grande -la copia exhibida mejora notablemente a la versiones anteriores, que iluminaban porciones de escenas que no habían sido pensadas de esa manera-, lo que salta a la vista es el modo en el que el director utilizaba la extensión del plano para que el espectador se comprometa con la acción, hecho no menor a la hora de entender a “ese director que solo dirige escenas armadas de manera azarosa”. Esa idea de que hay situaciones random en su cine se cae a pedazos cuando testimoniamos Rojo Profundo. Esto se debe a que Argento muestra todo (como lo hacía Hitchcock, por eso se habló en alguna época de la idea de “El heredero de…”). Y lo hace con un fin: que nada quede librado al al azar, sino que forme parte de un sistema en el que participemos activamente como espectadores. Varios ejemplos lo confirman: el asesino siempre está siempre un paso más adelante del protagonista porque tiene un cómplice. Que el asesino logre matar de maneras estrambóticas a los personajes se debe a que siempre los ataca por atrás, aprovechando la potencia cinematográfica del hecho. Pero también aparecen elementos que se repiten como código, a modo de guiño indicial para el espectador: los asesinatos son precedidos por momentos de puro silencio en donde muchas veces Argento filma los espacios donde se encuentran para dar a entender la soledad del hecho (pero también nuestra complicidad audiovisual). El asesino usa una canción infantil antes de atacar y Argento opta por usar el mismo leit motiv en cada asesinato, generando una relación directa y reflexiva entre asesino/director (lógica que va a llevar al extremo en Tenebre)

Aciertos menospreciados. Pero Argento no solo vive de las imágenes. El sonido es un elemento que utiliza con imaginación y de manera sofisticada, jugando con los niveles de profundidad de escucha respecto de lo que vemos, un poco como también lo hiciera John Carpenter en Halloween apenas tres años después. Pero volvamos a los personajes ya a los actores. El protagonista interpretado por David Hemmings -acaso el mejor personaje masculino de cine de Argento- expande al protagonista de El pájaro de las plumas de cristal (1968), la ópera prima del director. La presencia actoral de Hemmings le otorga una tridimensionalidad que hace que nos importe lo que le sucede. Del mismo modo nos importa el personaje de la periodista y amante Gianna (una mágica Daria Nicolodi). De ahí que el guion se tome su debido tiempo en desarrollar no solo la relación entre ambos personajes sino también en presentar a todos los roles de personajes compementarios.

Guión y modernidad. Al mismo tiempo el guión de Rojo profundo tampoco es simple.Dividida en dos mitades, la mitad inicial del film es deliberadamente más lenta, seguramente porque se enfoca en mostrar los conflictos y jugadores de este extraño juego al que nos estamos ateniendo (a su vez el cine de Argento es un juego enorme con reglas a las que hay atenuarse). Pero también hay una segunda mitad que varía el punto de vista, que avanza en base a distintos descubrimientos que hace Marc. Ese sistema narrativo obliga a que desdoblemos nuestra mirada como espectadores y pongamos especial atención a lo que vemos. Es por eso que en esa atención se pone en juego un segundo nivel de misterio por parte de director. Seguimos a Marc, nos olvidamos lo que vio en un principio y siempre pensamos que se trata de un cuadro. La malicia de Argento está en bailarnos, distraernos con miles de detalles, de momentos personales, de paseos por la ciudad. Falsa dispersión. Esto último sospecho que viene por parte del co-guionista Bernardino Zapponi que le da espacio a personajes extraños más cercanos al cine de Fellini (había sido guionista suyo). 

Rojo Profundo, hoy. Dos últimos detalles. Estamos tan acostumbrados a una época del cine en donde el mundo ya es digital, en donde todo está a un click de distancia que ver a un personaje viajando en auto para solucionar un misterio resulta fascinante, extraño y embriagador a la vez. Igual de fascinante es esa mansión abandonada donde Marc rompe paredes y camino entre hojas y escombros. El hecho de que Argento ponga la cámara ahí es chocante si se observa con una mirada contemporánea. Hemos perdido la materialidad. Otro dato: Marc es un gran personaje pero Argento lo usa para burlarse de los llamados artistas, de la historia del jazz (corta el plano cuando está contando su historia) y del machismo dando a entender que …los supuestos progres son peores…y estoy hablando de una película de….¡1975!. Volver a ver Rojo profundo hoy no solo es humillante para el cine presente, sino también un poco para el tiempo que nos toca vivir, resignado a abandonar la inteligencia.

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