Aquello que está encerrado en y entre los planos de También los enanos comenzaron pequeños, lo que se nos revela desde el absurdo de una situación extraordinaria filmada casi cuatro décadas atrás, es el tema, la obsesión fundante de Werner Herzog desde siempre: los ilimitados límites de nuestra (humana) razón civilizatoria ante la permeabilidad fronteriza de la sinrazón (humana) de la natura.