Limbo alucinante

Por Santiago Gonzalez

Argentina, 2023, 80′
Dirigida por Tetsuo Lumiere
Con Tetsuo Lumiere, Matias Gallego, Catalina Sofía Negrete, Ana Burgos, Pablo Fusco, Lydia Stevens, Numa Viard, Eugenia Fiorentini, Valentín Javier Diment, Alelí Alegría Cuba

Abre tus ojos

Tetsuo Lumiere es una eminencia-leyenda en el cine fantástico -y por qué no bizarro- argentino, forjado a hierro candente con una independencia radical de apoyos económicos es decir, un cine-guerrilla de ultra bajo presupuesto. Pero si ese fuera el único rasgo de su obra podría confundirse con otro puñado de realizadores locales de características similares. A lo anterior se suma que TL tiene una obra que desafía los límites cinematográficos y del llamado “buen gusto”. Con cuatro largometrajes en su haber a lo largo de dos décadas (TL-1: Mi reino por un platillo volador (2004), TL-2: La felicidad es una leyenda urbana (2009), y Buscando las esferas del poder (2013) y la presente Limbo Alucinante (2023)), las suyas son películas que desde los títulos anticipan sobre el anómalo universo al que vamos a ingresar. Pero las cosas aquí se complementan: hay una obra ultra-mega-independiente y un universo extraño hecho de…lo que venga a mano. Tetsuo Lumiere no le teme al ridículo ni es un verosimilista, sino que usa todo lo que lo rodea para extrañar la narrativa o resolverla y dar así una vuelta de tuerca a las limitaciones de “sin dinero no se filma”. Bueno, en todo caso sin ideas, porque aquí dinero no hay, sin embargo las resoluciones francamente bizarras que aparecen en el camino de obstáculos de sus personajes extrañamente funcionan dentro de cada propuesta.

Limbo alucinante no solo no dista un milímetro de lo planteado previamente, sino que lo confirma como regla. La historia tiene al mismo Lumiere como protagonista, quien sufre mal de amores en plena pandemia… y hasta ahí se puede contar. Ojo, nada de esto tiene que ver con lo spoilers y si con lo intransferible de explicar la sucesión de acontecimientos delirantes, que incluso dejan de lado cualquier tentativa narrativa. Lo valioso de Limbo alucinante, entonces, no pasa ya por la originalidad o lo extraño de algunas situaciones a las que somete a sus personajes, sino, precisamente, de un rasgo de cotidianeidad que el cine argentino (y no solo argentino) parece haber obviado por completo: mientras veía la película no podía dejar de pensar que había sido realizada en plena pandemia…y a decir verdad no hay muchas películas que transcurran o reflejen esto (creo que una de las pocas es Host (Rob Savage, 2020)), que fue la implicación del encierro para todos. De hecho esa referencia pareciera funcionar como un mero paréntesis en medio de la historia, un detalle que al poco tiempo ya fue olvidado y pisoteado. Al ver una película que transcurre en esa época, inevitablemente, puedo entender y empatizar con la decisión de agarrar una cámara y ponerse a filmar como método de supervivencia. En ese sentido Limbo alucinante lo tiene a su director caminando por una Buenos Aires abandonada usando una mascarilla o corriendo de la policía que lo descubrió afuera cuando según el ASPO debía estar adentro. La película de Lumiere contiene escenas entre dos personajes, respetando el distanciamiento (más clima de época, imposible), o mismo como esa decisión gubernamental genera un brote demente en su protagonista.

Cuando terminamos de ver Limbo alucinante no nos queda tan en claro eso de si es una buena película o no. Su juego y apuesta por el entretenimiento y el encadenamiento de delirios funciona, si, pero quizás sea aún más valiosa eso que no se propuso: funcionar como un artefacto arqueológico de una época voluntariamente olvidada.

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