Sebastián Moro, el caminante

Por Pedro Gomes Reis

Argentina – Bolivia, 2023, 95′
Dirigida por María Laura Cali
Con testimonios de Raquel Rocchietti, Penélope Moro, Melody Moro, Hugo de Marinis, Gloria Beretervide, Marco Antonio Moscoso Alvestegui, Percy Katary, Alfonso Ossandon, José Aramayo, Huilly Ugarte Gutiérrez

Temor y temblor

A lo largo de la historia del cine documental el cine militante supo adquirir diversas formas: la de la propaganda (cuando se habla desde el poder), desde la resistencia (cuando se habla frente a un régimen autoritario y/o dictatorial), desde la disidencia contra las instituciones (cuando se lleva adelante un cine contra institucional en sistemas democráticos que, incluso, llegan a financiar esos discursos desde el mismo estado, aunque de manera indirecta). Pero también hay un cine que no encuentra otra manera de exponer las ideas que no sea desde la distancia, dese el exilio (en su mayor parte desde sistemas libres, en el menor de los casos desde la clandestinidad).

Sebastián Moro, el caminante tiene algo de cine militante con delay, ya que los hechos a los que alude refieren a contextos históricos que ya no existen (la presidencia de Macri frente a la cual Moro se sentía perseguido y la emigración a Bolivia, donde logra trabajar en medios del entonces oficialismo de Evo Morales, pero que en 2019 lo hace encontrarse con el golpe de estado que se presume fue el contexto de su muerte, ya que en ese contexto habría sido secuestrado, golpeado y asesinado) y que, incluso, el mismo documental tampoco se propone problematizar al sujeto de su interés, sino, por el contrario, construir una suerte de hagiografía de su persona.

En cierta medida, entonces, la película también nos recuerda que el cine militante, en honor a los mártires, en virtud de la celebración de la persona también puede relegar acaso una de las claves de todo registro documental: el acceso a cierta forma de verdad mediada por los datos y los documentos que lo fundamenten. Y no porque lo que nos plantea la película sea, en efecto, tildado de falsedad, sino porque su objeto deja de ser el problema con el poder y la verdad: la indagación que nos narra está convencida de los hechos, no necesariamente los demuestra. De ahí que cuando su acercamiento funciona es cuando se permite, desde recursos cinematográficos como la incorporación de los mensajes que enviaba por celular, narrar el terror. Ahí es el mismo material el que opera un régimen de verdad y no los testimonios sobre la persona. La recuperación de la voz, por lo tanto, recupera a la persona del santo. Y a la verdad de los datos de la narrativa.

Entre las grietas de sus contradicciones, Sebastián Moro, el caminante revela que, algunos documentales, en el fondo, son verdaderas películas de terror, incluso sin proponérselo.

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