Desobediencia
Lelio se hace cargo del contexto que aborda, del conjunto de reglas, normas y convenciones que condicionan a Ronit, Esti y también a Dovid –que no solo tiene que ver con la cultura judía ortodoxa, sino también con el lenguaje cultural anglosajón-, y por eso su puesta en escena trabaja fundamentalmente los silencios, gestos y miradas. Esa articulación, esencialmente física y gestual, se relaciona con la administración informativa: hay un gran mérito en cómo la narración devela paulatinamente los vínculos entre los personajes, sus historias pasadas y sus repercusiones en el presente. Se trata de un cine de indicios, que no precisa de explicaciones derivadas de monólogos ni de diálogos.